lunes, 21 de enero de 2013

Convivir con dolor crónico


La salud es en sí un bien codiciado y cuando el dolor irrumpe en nuestras vidas, nos hace ver las cosas a través de otro cristal, obligándonos a redefinir nuestras prioridades. El dolor no es el puente entre la salud y la enfermedad sino entre concepciones de mundos distintos marcados por su ausencia o su presencia.
El dolor es un síntoma, una señal de aviso de nuestro cuerpo, que nos ayuda a detectar que hay un problema o una lesión. Cuando sentimos dolor, nos preguntamos ¿hay algo en nuestro cuerpo que no va bien? Normalmente el dolor agudo está relacionado con un daño o lesión orgánica conocida, que si lo tratamos desaparece. En otros casos, el dolor o su intensidad se prolonga en el tiempo y la causa que lo produce se desconoce o no corresponde con una lesión o daño concreto. Se conoce como dolor crónico.
No todas las personas percibimos el dolor con la misma intensidad. Entonces, ¿cómo se explica la sensación de dolor?
El dolor siempre es real y, además de un componente orgánico, tiene otro psicológico relacionado con el sufrimiento emocional. Nuestra reacción ante el dolor influye en su intensidad y afecta a nuestra calidad de vida.
Ante la experiencia de dolor sentimos rechazo, alerta y preocupación. Nos provoca sentimientos de ansiedad, tristeza, frustración y rabia. El dolor se apodera de nuestra vida, de nuestros pensamientos y de nuestras conversaciones. Nos invaden sentimientos de falta de control y no encontramos solución a nuestro problema. Dejamos de salir con los amigos, de ir al trabajo, de hacer cosas en casa, de practicar deporte, limitando poco a poco los momentos agradables de nuestra vida. La inactividad física nos produce debilidad muscular. El dolor nos baja el ánimo, nos preocupa, nos asusta y hace que estemos más nerviosos, lo que incrementa nuestro malestar y el dolor percibido.
¿En qué puede ayudarte un tratamiento psicológico si tienes dolor crónico?
Se estima que los factores psicológicos desempeñan un papel importante en el inicio, la gravedad, la exacerbación o la persistencia del dolor. El tratamiento psicológico te orienta y te ofrece técnicas eficaces que se complementan con los tratamientos médicos, farmacológicos y fisioterapéuticos, potenciando su efectividad, reduciendo tu experiencia de dolor y mejorando tu calidad de vida.
Conseguirás reducir el número de consultas médicas, controlar las emociones negativas relacionadas con el desánimo, la preocupación y la ansiedad provocadas por los pensamientos negativos relacionados con el dolor.
Te ayudará a mantener y mejorar la calidad de vida a pesar del malestar orgánico, a mejorar las relaciones sociales y familiares que pueden verse afectadas cuando no te sientes bien y a colocar el malestar en un lugar que no moleste.
Recomendaciones psicológicas:
• Sigue las pautas y consejos de tu médico.
• Afronta activamente tu problema; infórmate sobre tu dolor.
• Expresa tu dolor y compártelo con los que te rodean sin centrar todas las conversaciones en él.
• Recupera tu vida diaria, social, laboral y de ocio progresivamente.
• Realiza algún ejercicio físico moderado, si tu médico te lo aconseja.
• Aprende a controlar las emociones negativas; disminuirá tu percepción de dolor.
• Las técnicas de relajación contrarrestan la tensión que nos provoca el dolor y ayudan a disminuir su sensación.
• Intenta resolver los problemas que te ha causado el dolor y pide ayuda a tus seres queridos para buscar soluciones.
• Adapta tu vida, piensa en todo lo que aún puedes hacer a pesar del dolor.
• Si no puedes tú solo, busca apoyo profesional para ayudarte a afrontarlo.
Que el dolor no controle tu vida, aprende a controlarlo tú a él, ¡puedes hacerlo!

Aspectos psicológicos del dolor crónico

Aurora Martínez Monroy

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